El próximo miércoles, Día de los Santos
Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, celebramos en nuestro país el Día
Nacional de los Derechos de la Niñez.
No se ha hablado mucho en
estos días, diferentes a otros años, quizás porque en estos tiempos de
tanta violencia no queremos asumir que estamos actuando de espaldas a
los principios del derecho a la vida. No nos damos cuenta de que
nuestros hijos merecen desde antes de su nacimiento respeto y
consideración como persona, que ellos presienten desde antes de nacer si
son queridos o no, y el dolor los marca, por la forma de recibirlos en
el hogar, donde esa insatisfacción del niño no deseado va creando esa
misma violencia que mueve a muchos a actuar de la forma en que lo hacen.
Es
importante reconocer que es en el hogar donde comienza la violencia,
aunque éste no sea el único detonante. Cuando el niño se reconoce
querido, en un contexto familiar donde se viven los valores de decencia,
justicia, paz, tolerancia, comprensión y amor desinteresado, crecerá
sano y funcional para integrarse a la sociedad de una manera útil y
positiva. En una sociedad llena de seres insatisfechos, de seres
resentidos, de seres heridos por sus propios familiares, es imposible
que reine la justicia, la caridad y la paz. Una sociedad de tanta
injusticia como la nuestra, donde no hay políticas claras contra toda
clase de depredadores, de abuso y de violencia, el aborto se ve
insignificante.
El relativismo nos ha llevado a que todo está bien según quien lo dice o hace.
No
hay criterios claros. Hace un tiempo pedíamos la despenalización del
aborto y hoy le decimos al niño que tiene derechos. Y pensar que son los
padres los primeros que deben hacer cumplir esos derechos.
Con el
aborto, es la propia madre quien suprime el primer derecho de su hijo,
que es el de nacer, que es protegerlo contra todo aquel que le quiera
hacer daño. Vamos a ser sinceros: la mayoría de los abortos son por
embarazos no deseados.
Porque no tenemos conciencia que con eso no
se juega, y estamos dentro de una sociedad permisiva con un gran brote
de erotismo a través de todos los medios de comunicación social. Además,
parece ser que no somos capaces de educar a nuestros hijos en una
correcta sexualidad. Quizás muchos padres no están aún claros en cual
debe de ser su actitud frente a la falta de dominio de las pasiones de
nuestros hijos. Qué es lo que hemos estado educando desde pequeños. ¿Los
hemos estado acompañando en su crecimiento? ¿O solamente nos estamos
preocupando de que coman, duerman, y estudien? ¿Saben los padres lo que
hacen sus hijos? ¿Saben cómo piensan? ¿Conocen cuáles son sus valores,
hoy en día? Pidamos que el Señor nos abra los ojos y enderece nuestros
caminos para poder “practicar como persona de Dios, la justicia, la
piedad, la fe, el amor, la paciencia y la delicadeza”. (1 Tim 6, 11-16)
Amén.
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